jueves, agosto 05, 2010

Enamorados 52 - Pasión y fuego I

Quise decirte cuanto te deseaba,
quise mostrarte el fuego que me consumía,
quise acariciar tu cabello,
quise oler tu embriagador perfume,
pero llegaste y tus ojos me consumieron,
tus labios sellaron mi voz,
tus brazos rodearon mi cuerpo,
y al percibir tu aroma de deseo,
me dejé morir por ti.

Al frío de la soledad, la calidez de la compañía.
Al silencio del horizonte, la voz de la proximidad.
Al entumeciento estático, el dinámico roce.
Ven junto a mí, calienta mi piel, habla a mi corazón, haz temblar mi cuerpo.

Desesperación forjada en el deseo,
locura hilada de pasiones ocultas,
deseos construidos de fantasias inconfesables.
Todo ello suavemente mezclados entre nuestros cuerpos...

Tú y yo, solos, piel contra piel.
Palabras vanas que se silencian.
Buscamos el aterciopelado murmullo que nuestros cuerpos nos pueden ofrecer.

Tu ardiente mirada me incendia desde dentro.
Mi alma se consume en pasión desenfrenada.
Anhelo tus manos surcando mi cuerpo,
tu voz acariciando mis oídos...

Labios envenenados que paralizan mi mente,
manos ensangrentadas de lujuriosas acaricias,
fuego intenso que consume mi alma,
ardor bastardo que me consume el cuerpo,
al anochecer juntos de nuevo.

Vacío frío e inmenso que desde mi corazón tu calor reclama.
Ilusiones muertas por no sentirte junto a mí en la cama.
Sueño tu presencia padeciendo el hambre por tu llegada.
No retardes más, mi amor, tu regreso a nuestra morada.

Al cerrar mis ojos me veo volar sobre montañas y valles,
surco el apacible cielo buscando un amor deseado,
desde el lejano firmamento atisvo una brillante luz,
atraída mi alma sin remisión desciendo hasta tocar el suelo,
entonces levanto la mirada y te encuentro a tí.

Desde la distancia escucho el murmullo de tu llamada,
el eco de las montañas me traen el susuro de tu voz,
el aire me acerca la suavidad de tus acaricias,
y tan solo tu regreso completa mi deseo por vos.

Nuestras miradas se cruzaron en un instante,
nuestras voces enmudecieron por la sacudida,
el aire se cargó de electricidad por la atracción,
y el tiempo frenó su caminar,
para dejarnos incendiar por la pasión.

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